Con dos tercios en el Parlamento, lo único que cuenta es la voluntad del oficialismo.
Un amigo extranjero me pregunta: “¿en qué está Bolivia ahora?”. Podría responderle transcribiendo la réplica del parlamentario oficialista Isaac Ávalos a una periodista que le acababa de espetar que la Constitución no autoriza una segunda reelección de Evo Morales:
“La Constitución es lo de menos –dijo Ávalos–. Tenemos dos tercios, compañera”. Ahora en Bolivia la ley “es lo de menos”; lo único que cuenta es la voluntad del oficialismo.
“La Constitución es lo de menos –dijo Ávalos–. Tenemos dos tercios, compañera”. Ahora en Bolivia la ley “es lo de menos”; lo único que cuenta es la voluntad del oficialismo.
Un poco antes, Morales reconoció que al acordar con la oposición, en 2008, que no se presentaría para un tercer mandado, había hecho “una trampa… interesante”. Fea palabra que el Vicepresidente cambió por un eufemismo: El engaño a la oposición mediante la redacción de cláusulas constitucionales y leyes que no se aplicarán fue, según él, “una estrategia envolvente”. Lo mismo podría aplicarse a los centenares de juicios que se tramitan en contra de los opositores que ejercen o ejercieron cargos de responsabilidad pública. Y a la aprobación de una ley que sancionará el racismo con penas de hasta cinco años de cárcel y que permitirá castigar a los periódicos por lo que escriban sus columnistas. Al mismo tiempo, el Presidente dice que los que se oponen a esta ley “son racistas”. Por tanto, son pasibles a las mismas sanciones que rechazan por draconianas y subjetivas… un razonamiento de veras “envolvente”. ¿Quién negará, podría decirle a mi amigo, la filiación kafkiana de las revoluciones bolivianas?
Juan del Granado, ex aliado de Morales pero hoy uno de los dos líderes opositores que todavía permanecen en el país, aceptó enfrentar al Presidente en 2014, dando por sentado que éste tiene derecho a reelegirse sin cambiar primero la Constitución (cuya defensa, no obstante, debería ser la primera tarea de la oposición). Trató así de adelantarse al otro líder opositor que permanece en el país, Samuel Doria Medina, a quien acaban de expropiarle una fábrica. Y mostró su estupor: Del Granado no comprende la dimensión de lo que está enfrentando. Este no es un juego que ganen los “más machos”. Los cuatro años que nos separan de las nuevas elecciones son tiempo suficiente para que la revolución devore a otro de sus hijos…
Mensaje del Presidente a los empresarios de Santa Cruz: Si no se meten en política, podrán trabajar tranquilos. Los ricachos lo aplauden a rabiar. Hacen fila para firmar un pacto tenebroso en el que canjean su libertad por dinero. No son los únicos. Muchos otros prefieren dedicarse a lo suyo, que va bien porque la economía sigue pujante. ¿Acaso nuestra historia no fue todo el tiempo así, dicen, con un presidente, su partido y su ejército monopolizando la vida pública? ¿Acaso la política, el pensamiento y la escritura no fueron siempre profesiones peligrosas? Y los años 90, con su regularidad electoral, la alternancia de los gobiernos, el respeto a las libertades, ¿no fueron acaso una excepción que se explica por el equilibrio de fuerzas entre los partidos de entonces? La actitud más común es aquella que, al no sorprenderse de nada, considerara imposible luchar por algo. Al fin y al cabo, da igual: todos son igualmente corruptos, todos igualmente deshonestos, todos igualmente adictos al poder.
Entonces, ¿cómo está Bolivia ahora? Bajo tutela. Cosificada y “a cargo” de Evo Morales y Álvaro García Linera, dos ejemplares de una especie que creímos extinta tras la dura lucha que dimos por la democracia: la especie de Santa Cruz, Belzu, Linares, Montes, Saavedra, el primer Paz Estenssoro, Barrientos. La raza de los caudillos autoritarios.
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